Hermandades de Loja

LA TRADICIÓN DE LOS INCENSARIOS DE LOJA

LA DESPEDIDA

Queremos acordarnos en este punto y final de los grandes y añorados Incensarios, que  han sido muchos los que permanecen en la memoria colectiva del pueblo. Y que mejor hacerlo de la mano de otro añorado y recordado lojeño, gran divulgador de los Incensarios, el artista, productor y estudioso Miguel Benlloch que mencionaba a tantos y tantos que alguna vez fueron Incensarios:

José Castellanos Peinado Antolín, que enseñó a Boegas, que a su vez enseñó a Manolo Romero Camuñas, al que de niño le daba susto los Incensarios cuando llegaban al estandarte de la Veracruz con ese vigor; José Díaz; Manolillo Monjas; Melquiades, de una generación anterior  que salió con el padre de Manolo Martín y con José Gallego Palacios que fue señiero, el padre de Pepe Boegas; Emilio Lanzas; Paquillo Chimeneas; Tavillas; el Cabrero; Boca oso; Pedro el Zapatero, que vivía en la calle los Haros; el Trimotor, que cantaba muy bien; Enrique Castañeda, que también fue postor; Santiago Negrete; Daniel el Cabezón; el abuelo de Camuñas; Miguel Lanzas; Rojano; Maroto; el Pastor que fue postor; Lorenzo; Trapichea; el de los Carros; El Moruno; Saragata que lo fue antes de la guerra; Antonio Chimeneas; Pepe Calcetines; Pepe Sala Oscura; El Búho; el maestro Merino, que vivía en el Mesón de Arroyo y fue de los Blancos, que según contaba Pepe Lizana, Pimiento, era un poeta que contribuyó con saetas a aumentar su número, aunque hacía tantas que como las construía sobre la marcha de forma oral al día siguiente ya no se acordaba e improvisaba otras en las reuniones que hacía en su casa; Ricardo el Bombas; Mareao; Antonio Conde, que ensayaba en los Molinillos; José Porquero; Benavides el Chico; Benavides padre, que escondió el morrión en un pajar; Manolito Rubias; Carabinas; Casanovas; Manolillo el de la Reja; Paco Peinado; Enrique el Zapatero; Emilio Fidel y, ya más recientes, Víctor Ripoll y su hermano (2017).

Son muchos los que hoy salen y muchos más los que quedan por venir. Incluso la necesaria e ineludible participación de la mujer en el mundo de los Incensarios, relegada siempre a papeles no principales, bordadora, vestidura, y algún día, más temprano que tarde, Incensaria.